«Los más pequeños aprenden jugando y entre ellos, sus padres y el juguete se forma un triángulo que debe fomentar la interacción: el muñeco es un conejito, la madre lo verbaliza y su bebé lo asimila, tratando de repetirlo o respondiendo. Pero los juguetes que emiten luces, voces y sonidos generan tanta actividad e interés que rompen ese triángulo de aprendizaje: el aparato actúa mientras padres e hijos miran. (…) Los resultados de este trabajo constituyen una base para desalentar la compra de juguetes electrónicos y fomentar el juego con libros y juguetes tradicionales» (Javier Salas).
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